Cuentos filipinos, por Don José Montero y Vidal.

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CLUE5TOS FILIPINOS.

eLiba apasionadisima de Gutavlo. Toinaron ilfourmes acerca de su conducta, obteniendo noticias en extremo desfavorables. Todos sus vicios, sus deudas, sus devaneos, y el escepticisnio de que hacia gala, les fud revelado. Comprlendieron que era un j6ven sin corazon y que mentia amor;i
su sobrina seducido por cl intcrcs, miais bien que dominado por la pureza de nobles senitilientos.
Pensando en la futural suerte de su sobrina, hablaironle
un dia en esta foria:
-Enriqueta, no i-gloras q(ue al inorir tu padre quedaste por dl encoiuendada i 11nucstro cuidido; coino -iewpre
te liemos querido com1o;i una liija, deber nuestro es aconsejarte bieln, servirte (te guia con nuestra experiencia y evitar que incurras en los desaciertos propios de los pocos
ajios, por(que csto podria acarrearte para el porvenir terribles males. Pcrsuadidos de lue anias il D. Gustavo Alarcon, helnos tornado inllfo;e's acerca de su f;amilia, (de.>u
vida y de sus cualidades; en vita de ellos podeinos asegurarte, porque tenerllos pruebas bastantes, lue e hee olbre
es indigno de ti, y que por consiguiente no mnerece tu amior.
Te suponemos con el juicio necesario para que comprendas
que no te conviene persistir en unas relacioces que en nada
te favorecen. Al hablarte en estos terulinos, debes conocer
que l61o tu felicidad ansiamos.
-Saben ustedes, queridos tios, les replic6 Enriqueta,
(que siempre escuchd sus consejos con el respeto que se merecen y procurd seguirlos; respecto al particular de que
ahora me hablan, habrail de perdon1arme que no obre del
lismno niodo, por m;is que les agradezco en el alma su interes por mi. Les dire el motivo. En el poco tiempo que
hace que conozco al caballero que lian nombrado, he concebido poI 61 tal pasion que el perderle seria quitarme la