Cuentos filipinos, por Don José Montero y Vidal.

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CUENTOS FILIPINOS.

- Bien loiquisiera, D. Judas,
-Pues quo, &estA V. malo?
-Fatal, amigo mio. Desde ayer no puedo tenrme:
siento un malestar tan grande,'que no me atrevo ni S asonarmie a la ventana, y pienso enviar por una purga.
-7 Purgas ya! D. Nicomedes,, esti Y. loco
-I Hombre!,Acaso se ha descubierto que sean mortiferas?
- Lo que se ha descubierto, incauto habitante del limbo, es un remedio, cual V. ni yo jamas nos hubieramos
figurado; un talisman admirable, un prodigio propio del
siglo de los grandes adelantos, i la panacea universal!
- Pero, hombre; expliquese V.
-Tenga V., D. Nicomedes; lea ese anuncio.
- iDios santo!, i,sera verdad? dijo este despucs de haberlo leido.
— C6mo, si lo seri? Acaso desde que la bondad de
esas pildoras se ha dezuostrado, existen enfernios en Manila?,No ha oido V. hablar de las admirables curaciones
de D. Ruperto y de dofia Gerundia, y de la salvacion,
cuando ya estaba casi repartida la herencia, del ancioat.
D. Homnobono?
- De que manera lo voy A saber, si. no ha venid, qadie a casa que me lo pudiera decir? Voy a mandar. ora
mismo por ellas y al iustante las tomo.
Media hora despues D. Nicomnedes tenia dentro d&l cuerpo una caja de pildoras, y contestaba a su amigo:
- Excelentes, uilagrosas. Sabe V. que me han abierto
el apetito de un modo extraordinario?
-Pues nada, al cuerpo hay que darle lo que pida: haga V. que saquen un jamon, pan y vino, con lademas
que V. juzgue conveniente.