Cuentos filipinos, por Don José Montero y Vidal.

CUENTOS FILIPINOS.

Como su tio y su futura lo eran, no les costd mucho trabajo veneer sus escrdpulos.
Una noche Chang-Chuy fue al inmortal teatro tagalo de
Tondo, acompafiado de la familia de Tieng.
Se ponia en escena un drama en diez partes y doscientos cuadros, el cual abrazaba un periodo hist6rico de mil
afios, figurando en el los paladines mAs afamados de las
principales naciones de Europa.
Menudeaban los sablazos entre los actores, sonaba la musica con estrepito, los versos tagalos parecian los mis belicos del mundo en boca de Carlo-Magno, departiendo acaloradamente con el Gran Capitan Gonzalo de C6rdoba, y
el ultimo rey de los godos, A presencia del sultan Saladino; en el momento en que los guerreros de uno y otro
bando se daban de nuevo soberbios cintarazos, bailando
el moro-moro, un embajador del rey de Persia lleg6 con
tanta oportunidad, que la reilida batalla comenzada, que
iba a convertir la escena en otro campo de Agramante,
qued6 en suspenso para oir al Embajador (I).
La familia de Tieng se volvia toda oidos para no perder
nada de la relacion del personaje persa, y Chang-Chuy
admiraba el valor de aquellos feroces guerreros, cuando
sinti6 que le tiraban suavemente de una de las anchas
mangas de su visia.
Al volver la cabeza, un chino de atrabiliario pelaje le
entreg6 un papel, alej;indose rapidamente.
Vi6 que estaba escrito en su idioma natal, y ley6 lo siguiente:

(1) Con este y otros argumentos anAlogos se han rcpres ntado
alguribs dramas (!) en el teatro de Tondo.