Cuentos filipinos, por Don José Montero y Vidal.

EL ESTUDIANTB DB LA LAGUNA.

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ta carrera en direccion a la parte del bosque que presentaba menos llamas, saltando sobre riscos que herian sus
pies, alcanzados muchas veces por chispas de fuego, y entorpecida su marcha otras con troncos de arboles que el
rayo habia cortado de raiz.
Algunos tulisanes, atacados de asfixia, sucumbieron antes de llegar A los arboles incendiados. Otros, rendidos de
fatiga, abrasados por la sed, teniendo que aspirar un aire
que quemaba, suspendieron su marcha, esperando indiferentes la muerte.
S61o Juancho, poseido de un ardor frendtico, corria desatentado, salvando precipicios, hasta conseguir atravesar
la uiltima linea de arboles. Al cruzar aquella barra de fuego, la ropa se le incendi6; pero divisando un lago ea una
hondonada, se arroj6 i el, bebi6 con avidez de su agua, y
tuvo un momento de goce al sentir su fresca impresion
despu.es de haber estado A punto de perecer abrasado.
El salto le produjo una ligera contusion.
Al salir del lago ap6nas podia sostenerse, sinti6ndose
todo magullado y lleno el cuerpo de quemaduras, que, aunque ligeras, le hacian sufrir horriblemente.
Como el hago se hallaba separado del bosque por una
gran hendidura, a poco que anduvo se vi6 fuera de peligro.
Bused raices que tienen virtud para curar las quemaduras, y despues de machacadas se las fue aplicando A todo
el cuerpo. Se tendi6 en seguida sobre la hierba, pudiendo
dormir un rato: al dia siguiente amaneci6 curado.
Fu6 a explorar el terreno, y conoci6 que se hallaba en
territorio de Batangas.
Se detuvo alli dos dias, y ninguno de sus companeros.
pareci6.