Cuentos filipinos, por Don José Montero y Vidal.

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CUENTOS FILIPINOS.

los abusos de quo eran objeto, y se confabularon para alejarle del pueblo.
Reunidos una noche sus enemigos, el que los dirigia, que
era un abogadillo travieso, expuso la conveniencia de deshacerse de Juancho, y que para lograrlo le parecia lo mejor dirigirse todos' a la casa de aqudl y obligarle a salir en
el acto de la provinoia, A condicion de que no volviera, y
si resistia, asesinarle.
El vino de nipa, que circulaba de intento con profusion,
tenia exaltadas las cabezas de los conjurados, por lo que
acogieron con aplausos la idea del abogadillo.
Provistos de bolos, arma que los indios sementereros lievan al cinto, y algunos con lanzas, se dirigieron en tropel
A casa de Juancho, quien al verles, suponiendo las intenciones que los guiaban, mont6 sobre un caballo en pelo y
escap6 a galope tendido del pueblo. Algunos de los mas
exaltados le persiguieron sin lograr alcanzarlo.
Otros, ebrios como estaban, prendieron fuego A su casa,
que ardi6 en el acto como si fuera de yesca.
Reinaba viento fuerte, y al instante el fuego se comunic6
a las inmediatas. Como las casas de los pueblos de provincias son en su mayoria de tabla y caia, 6 carla y nipa 6
cogon, materiales sumamente inflamables, el incendio adquiri6 en breve espantosas proporciones, porque las chispas de fuego y trozos de caia ardiendo, que saltaban como
cohetes, llevadas por el viento a grandes distancias, lo
iban comunicando A otras situadas A cien metros, y en
breve el pueblo ardia por sus cuatro costados.
Alarmados sus moradores al oir el tambor que llamaba
A todos los vecinos, mi6ntras las campanas anunciaban tan
temida calamidad, acudieron en masa, llevando unos bombones 6 tubos de cafia llenos de agua, otros ciertos garfios