Cuentos filipinos, por Don José Montero y Vidal.

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CUENTOS FILIPNOS.

herirlas los rayos del sol, distrajo A Alcira de las terrorificas ideas que le condujeron alli. Pasado aquel primer inhtante de desaliento, regres6 al pueblo, decidido A ganarse
la vida del mejor modo posible.
En breve obtuvo ocupacion lucrativa.
Juancho era fil6sofo, que asi llaman en las provincias
de Filipinas al natural de ellas que, despues de haber cursado algunos afios acadminicos en la Universidad de Santo
Tomns, vuelve al pueblo de su nacimiento dAndose importancia de sabio. Visten A la moda de Europa, se cortan el
pelo A lo romnintico, se miran las botas al andar, y hablan
doctoralmnente, aunque sin conseguir desterrar cl vicio de
convertir la f en p y vice versa. De este modo logran hacerse notables en su pueblo y que se ocupen de ellos.
El fil6sofo de Filipinas es un tipo algo parecido al pedante de Espafia.
Si no termlinaron carrera alguna, que es lo frecuente, y
el estado de su fortuna les impide seguir residiendo en Manila, pasan a ocupar plazas de escribientes en los juzgados
6 de directorcillos de los tribunales.
En esto ultimo vino a parar Juancho Alcira.
El Pedaneo de un pueblo de la Laguna, cuyo nombre
ocultamos por lo reciente de los sucesos que vamos A referir, le confiri6 aquel cargo. Juancho, satisfecho de semejante honor, acord6 celebrar la posesion con un catapusan
6 baile en el tribunal, que es con lo que en Filipinas se
solemniza todo, hasta la muerte.
Los concurrentes al baile quedaron complacidos del gtudeamus disfrutado, diciendo para sus adentros que no podia aconsejar mal quien inauguraba su ninisterio tan generosamente.