Cuentos filipinos, por Don José Montero y Vidal.

EL ESTUDIANTE DE LA LAGUNA.

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mas distinguen i los habitantes de Filipinas, peninsulares
6 indigenas, puede asegurarse que en breve se habra re.
caudado uia copsiderable suma, con la que algun remedio podrA oponerse A tanto desastre (I). Avanzaba la banca
ni6ntras tanto, y la hermosa vegeSacion que A ambas orillas del Pasig existe, prestaba al anchuroso rio encantador
aspecto.
De trecho en trecho aparecia un apifiado barrio de bajais de nipa, construidas sobre estacas de bamubu enclavadas en el agua, A que daban sombra vistosos plAtanos de
largas hojas.
Algunas indias se baniaban en el primitivo traje de Eva,
luciendo sus negras cabelleras destrenzadas, sin! cesar de
echarse tabos (2) llenos de agua sobre la cabeza, g6nero
de baiio que prefieren al de la completa inuersion.
Otras, en igual fresca atavio, lavaban, 6 mejor dicho,
machacaban la ropa con un Inazo, para linipiarla; que el
palo, y no la mano, pone alli blanca la ropa.
En Filipinas, dicho sea de paso, lavan bien, planchlan
con un aparato que Ilaman prensa, semejante al conocido
en Europa por plancha de vapor, y bruien la ropa primorosamente, usando arroz en vez de almidon.
En olros sitios eran graves carabaos los que se bafaban;
estos sesudos aninuales, especie de bulfalos, aunque calinosos, trabajan mucho y tienen descomunal fuerza, pero el
inconveniente de que el calor les sofoca y rinde, siendo
necesario irlos refrescando continuamente en las horas de
sol. Cuando se les concede descanso, buscan los lodazales,
(1) La suscricion produjo sobro 10.000 duroa.
(2) Pieza c6ncava hecha de la seganda cascara del coco.