Cuentos filipinos, por Don José Montero y Vidal.

EL VAGO Y RL UAtAWDA.W

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quila. Para que no degenere en mondtona y abuirida, conviene relacionarse con las familias que reciben todo' 6 determinados dias de la semana.
Los cafes se ven poco concurridos. Los teatros no sietm;pre cstAn abiertos. Algunos'matandds a'cstunlbran formar
grandes tertdlias A la puerta de los bazareS chinds Mittia
dos en la calle de la Escolta. ' {
Alli recuerdan la feliz dpoca de su Ilegada al pais, e"t
que no se usaba otro traje que el blunco de dril, sonmbterti
de nito 6 jipijapa, y:sombrilla chinesca: ~poca'dlchbsa en
que la exigente inoda no ejercia su tirinico imperio en PFi
lipinas; eran desconocidos los hoy usuale traje{ 'de pafio
6 lana, el engorroio frac, los molestos guantes y eltsotmbrero de copa. Pululaban ent6nces ~or las calles ejdrcitos
de rapaces, ofreciendo el fuego de sus pebetes pdra intender los cigarros, mediante la'coria renluneraoion de un
pitillo, sin que hubiera precision,'conmo en ia actublidtd,
de llevar una caja de f6sforos, importadost del extranjero
en tailaia' abundancia, que 'acabarori con tquelld6 ildustria.:.. ' i
No se conocian las cesantias. Los' empleadosi entrabari '
servir de meritorios en una oBciaa, y al dabo de treinta
cinco aios so retinaban con el inaximum' de laber; pasiT,.
habiendo servido durante ese tiempo un' iismo n'ogbcid;,
en el cual iban ascendiendo gradutliie'tteA 6feid l' y. jfej:
Los militares que morian A los didz lustroS de 'evar' i
cinto una espada, digna de consideracion por i16 wirgmn' d&
jaban en su limpia hoja de servicios lalhota de valdo' o fe
supone, por falta de guerraseia que tpoderlo pobir, qltt
en aquella parte de la Malasii, tdbnde 'lu$ itidlos' buMtiS
langosta para comdrsela, ni el tvpueo quedabtidbadeidalf1
el ejercito a perseguirla.. J -i '